domingo, 1 de septiembre de 2013

Lectura 1

Galileo Galilei

Galileo Galilei, hijo de n culto comerciante, nació en la ciudad italiana de Pisa el 15 de febrero de 1564. Desde niño curso un enorme interés por las ciencias. Cursó estudios de medicina, pero los abandonó pronto para dedicarse a las matemáticas, su verdadera vocación.
En 1592, pese a no haber concluido sus estudios, obtuvo la cátedra de matemáticas en la Universidad de Padua. Desde el principio, Galileo mantuvo una actitud diferente al resto de sus colegas, en lugar de encerrarse en las bibliotecas, prefería pasear por la ciudad y ver como se construían los edificios, cómo funcionaban las máquinas... El mundo para él era un inmenso laboratorio en el que había que experimentar y observarlo todo.

En 1609 oyó hablar de un invento holandés. Se trataba de un anteojo, un tubo metálico con unas lentes para corregir problemas de visión. Era un instrumento que permitía ver más de cerca los objetos y observar lo que no se veía bien a simple vista. Galileo decidió fabricar uno.

El 21 de agosto de ese mismo año subió al campanario de Venecia acompañado de varios hombres ilustres de la ciudad para enseñarles el prodigioso aparato que había construido.
Los nobles caballeros quedaron impresionados al mirar por el tubito de hierro y ver, casi a su lado, los barcos que llegaban al puerto.

- ¡Es increíble!- comentaba admirado un senador-. Parece magia. ¡A simple vista, no se ve ningún barco en el mar!

Poco tiempo después Galileo ideó una especia de telescopio con muchos más aumentos que los que tenían los primitivos anteojos. Galileo quería usarlo para observar el Universo. Tal y como sospechaba, aquel potente aparato le permitió ver cosas que hasta ahora ningún ser humano había contemplado: los cráteres de la Luna, los satélites de Júpiter y las manchas del Sol.

Y todas esas maravillas... ¡las vio con sus ojos!

En 1610 publicó el libro El mensajero de las estrellas, que contenía todos sus descubrimientos. La obra resultó un éxito y la fama de Galileo fue en aumento, en toda Europa no se hablaba más que de su sorprendente teoría. Y es que, por aquel entonces, se pensaba que el Sol giraba alrededor de la Tierra, y que esta permanecía quieta en el centro del universo. Sin embargo, para asombro de todos, las observaciones astronómicas de Galileo parecían demostrar lo contrario; ¡era la Tierra la que giraba alrededor del Sol!

Aunque tiempo atrás algún otro científico había afirmado lo mismo, Galileo podía ahora aportar pruebas al respecto. Preocupados, sus enemigos consiguieron que en 1616 la Iglesia declarara absurda y contraria a la religión su teoría de que la Tierra giraba alrededor del Sol.

A partir de este momento, Galileo comenzó a sufrir una terrible persecución, hasta que en 1633, con casi setenta años de edad, enfermo y completamente ciego, el científico más famoso de Europa hubo que comparecer en la sala de audiencias del Palacio Pontifical de Roma acusado por sus enemigos de sostener ideas contrarias a las de las Sagradas Escrituras.

Galileo, de rodillas y vestido con la túnica blanca de las acusados, se vio obligado, para poder salvar su vida, a negar aquello de lo que estaba convencido:

          - Yo Galileo Galilei, niego la idea de que la Tierra gira
          alrededor del Sol y afirmo, como ustedes dicen, que es
          el centro del Universo.

Aunque, según cuentan, fue en ese momento cuando, refiriéndose a la Tierra, murmuró sin que nadie lo oyera:

          -A pesar de todo, se mueve.

Gracias a aquella declaración, Galileo se libró de morir en la hoguera, pero aún así fue condenado a cadena perpetua.

Un año después de aquella sentencia, se le permitió a Galileo vivir en su casa, sometido a un rígido control hasta su muerte, el 8 de enero de 1642.

Y todavía tuvieron que pasar dos siglos hasta que todo el mundo admitiera la verdad: tal y como había dicho Galileo, la Tierra gira alrededor del Sol.

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